Martes 21 de Agosto de 2012
Un día común y corriente en Utu Malvín Norte. Ha llovido bastante así
que está todo embarrado, cosa que no advirtió el profesor de Física, que viene
desde El Pinar en moto y tiene la costumbre de acarrear al menos seis bolsas de
supermercado, lo cual desestabiliza su andar. Llegando sobre la hora muy
apurado no advirtió que su idea de frenar era inútil: fue a dar con las seis
bolsas, la matera, su mochila, el casco y sus noventa kilos en el hall del
instituto, llevándose consigo a la profesora de idioma español, con su
angelical gabardina celeste y su largo cabello rubio, terminando ambos uno
encima del otro frente a la puerta de la dirección en el momento en que el
director despedía a las autoridades, explicándoles de la normalidad de los
cursos y las excelentes condiciones del edificio. Ayudados por los que allí
estaban, se dirigieron al baño, la profesora en primer lugar y el profesor en
segundo lugar, ya que no hay baños de damas y caballeros. Esto hizo que este
último tuviese que esperar duro como una estatua en la puerta del baño, con sus
lentes brillantes, que era lo único que podía dar pistas de quién era el hombre
detrás del barro. Los alumnos le tomaron fotos mientras el profesor decía algo
acerca de la velocidad y la aceleración, que los hacía asentir entre risas. Por
otra parte, el profesor Uvarov había programado una cena de camaradería con los
alumnos para la noche, para lo cual había traído una pata de cerdo enorme,
cruda, que quería poner en alguna heladera de los alumnos de cocina. Como la
subdirectora le indica que no es conveniente, ya que a veces desaparecen
frankfurters y panes, Uvarov comenzó a recorrer la escuela con la pata al
hombro el resto del día, apareciendo en reuniones de profesores y en salas de
informática, buscando un sitio adecuado. Cuando llegó a los salones que se
hicieron en contenedores, encontró a los profesores de mecánica automotriz, Rivero
y valiente, intentando levantar semejantes moles, ya que una familia de gatos
se había quedado atrapada en un hueco que traen estos artefactos y nadie los
había rescatado desde el día anterior. Maullaban como locos, pero como están en
época de celo, nadie les prestaba atención. Rescatados los gatos, el profesor
Uvarov, que también es ingeniero, descubre que existen dos aparatos de
refrigeración en estos salones, nunca utilizados, y decide ponerlos a funcionar
con dos objetivos: inaugurar tal comodidad y resolver el tema de la pata de
cerdo. Necesita algo parecido a una tela suave, una especie de filtro, para que
los aparatos funcionen. De pronto recuerda que luego de la entrada triunfal del
profesor de Física, quedaron inutilizados muchos pañales descartables que
volaron por todos lados en el impacto. Ya habían sido tirados a la basura por
lo cual consiguió un enorme palo para revolver los enormes cubos de residuos de
la escuela. Finalmente, ayudado por los dos profesores de Mecánica y algunos
alumnos que preguntaban a qué hora sería la cena de camaradería, dieron vuelta
aquellos enormes recipientes, volcando todo su contenido en la puerta de la
cantina, local contiguo al depósito. A todo esto, cinco alumnos que estaban
aburridos de esperar a los profesores de Mecánica para tener clase, habían
prendido fuego en la carpintería, argumentando que tenían frío. Fueron llevados
a la dirección, donde quedaron a la espera de un castigo, una vez que el
director terminara de despedir a las autoridades a la puerta por segunda vez.
Como volvieron a aburrirse prendieron fuego avioncitos de papel que tiraron por
la ventana, cosa que motivó que un vecino de enfrente llamase a los bomberos,
ya que había visto la columna de humo del salón de carpintería y ahora unos vándalos,
en lo que parecía un motín. Cuando los bomberos llegaron la viejita de portería
los envió a ayudar a dar vuelta los contenedores, que fue lo que ella dedujo
que era como para llamar a los bomberos. Unos diez profesores gritábamos
encerrados en Biblioteca, porque unos alumnos se habían percatado que el
candado había quedado colgado allí y nos encerraron. Gritábamos inútilmente en medio
de aquel ajetreo de incendios, pañales y gatos. Rompimos la puerta finalmente,
que el director nos descontará a fin de mes de nuestros sueldos.
Finalmente la escuela fue amonestada por llamar a la estación de bomberos sin
urgencia verdadera. (Cuando me venía, Uvarov, que le gusta hablar en alemán, me
preguntó si no le ayudaba con la cena de camaradería. Pero no se pudo hacer:
había desaparecido la pata).
Montevideo, Agosto 21/2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario