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martes, 3 de abril de 2018

ARRIBA LOS QUE LUCHAN Por Pablo Silva


Hoy me desperté temprano, casi no se podía dormir, creo que fueron un par de horas nomas. Me quede hasta tarde viendo porque aunque no les crea esta vez tenían que decir la verdad escondida, ellos dicen que esta parejo pero todos ya saben el final, es esa sensación de que “ya esta” que no me deja dormir. Como sea me levanto, no daba ni para comer algo, estaba la necesidad imperiosa de cumplir, sí, me pongo una bandera en los hombros, agarro ese documento y me apuro a llegar a la escuela que me toca esta vez.
Hoy es especial, lo ves en la cara dela mayoría de la gente, más de la mitad sabe cómo termina, nos intercambiamos sonrisas cómplices y ganadoras con los que llevan los mismo colores de mi bandera. Vuelvo a casa y mi vieja ya despierta me arma algo de comer, me dice que después me voy y no vuelvo hasta tarde, ella ya fue más temprano y mira la tele viendo las primeras noticias, soy yo el que apago la tele, le digo que ya esto ya fue y pongo un cd que vino con el diario, lo subo a todo volumen y a ella se le dibuja la misma sonrisa, esa que le vi a los demás.
Mis amigos, todos, piensan igual que yo, tanto que hace días esta pago el asado en la esquina, de la misma que salen los tambores todos los fines de semana, la comparsa lleva otros colores pero este año la bandera más grande era la misma que yo tenía en mis hombros, es que nos unía a todo el barrio, como pocas veces todos del mismo lado. Todavía no es el medio día y en la esquina somos varios, algunas horas antes de la pactada nos gana la ansiedad y con unos tambores vamos haciendo tiempo. Algo también se puede tomar. Igual después del asado la idea es ir al centro temprano, se va a llenar de gente, nadie se quiere perder nada, todos saben que hoy es el día.
Los tambores hoy suenan más que siempre, los templaron en el mismo fuego del asado. Los que van llegando más tarde, van trayendo algún dato, que las encuestas eran mentira, la diferencia es más amplia, ya lo sabíamos desde ayer. Ya no da para más estar en barrio y salimos caminando para el centro.
El camino es distinto a lo que pensábamos, ya desde el palacio por Libertador es casi imposible seguir, una multitud ya está ahí y empezamos a caer en el viaje de lo que pasaba. Capaz, uno más joven lo vive distinto pero el cambio para algunos es enorme. Veteranos que envueltos en la bandera, con la cara desencajada de emoción ya te confirman el triunfo sin decir una palabra, agradeciéndote al mismo tiempo. No es el único, pasa en todas las esquinas, en todas la cuadras, pasa en todas las personas y se contagia, te pones a pensar en lo que pudo vivir esa gente, lo que le debe estar pasando y resulta imposible ponerse en el lugar, apenas da para entenderlos.
Cae la noche, algunos dicen que somos más de 400.000 los que estamos ahí, ya estamos llegado a 18 y nunca vimos nada igual, como podemos llegamos a la plaza. En frente está el hotel donde espera el tipo que cambio la historia, la historia la cambiamos todos. Me subo al techo de una parada para ver mejor, me siento en silencio, no puedo dejar de ver la cara de la gente, ya desde que veníamos en el camino. Abrazos de personas que no se conocen pero a la vez sí, cómplices de un pasado que hoy les da una revancha. Algunos seguro perdieron gente, ellos o algún conocido pero es el común entre los más grandes. Esos abrazos entre esa gente hablan mucho, cuanto se diciendo, cuanto estarán recordando, a quien. Al menos hoy el destino les da una mueca de revancha, algo pudieron hacer, imposible dejar de verlos. La gente ahora se vuelve a unir esta vez en un grito, y siento por primera vez las palabras que más de 10 años después todavía se repite en propios y extraños “Festejen Uruguayos, festejen”.
Pablo Silva
3ro BP1
Escuela Nº2 “Julio Cesar”

miércoles, 17 de enero de 2018

RESURGIR − GERMAN PASEYRO

Un amor que brotó de un ser
Donde todo era caos y soledad
Autodestrucción a temprana edad
Pero tu me hiciste volver

Vengo de lugares complejos
De largas noches desperdiciadas
De vida intensa llena de excesos
Donde la desolacion abundaba

Pero hay de donde resurgir
Con una fuerza renovada
Sin importar nadie ni nada
Y ese lugar esta en ti

LLegaste aqui para mostrarme
Que despues de todo valio la pena
Andar a los golpes a la espera
de encontrarte y empezar a rearmarme

Siempre llena de confianza
Me llenaste con tu enseñanza
De que metiendo el pecho a las balas
Se sale frente en alto de las malas

A no dar el brazo a torcer
siempre fiel a tus propias creencias
De que sin importar las carencias
Siempre se puede crecer

Y ahora tengo de donde resurgir
Con una fuerza renovada
Sin importar nadie ni nada
Y ese lugar esta en ti

Me enseñaste a ir hacia adelante
Creyendo siempre en lo que soy
Teniendo presente a cada instante
De que el momento de avanzar siempre es hoy.


POEMA DE GERMAN PASEYRO − ESTUDIANTE DEL IAVA


viernes, 1 de diciembre de 2017

Los tacos de Mamá

Los tacones de mamá me quedaban grandes, pero eran hermosos, esos rojo vino de quince centímetros eran muy cómodos, el vestido negro de mi hermana y su labial terracota realzaban mis labios. El pelo lo dejé crecer durante meses para hacerme el peinado que había visto en las revistas, me quedó fabuloso. Unas caravanas de plata y unos anillos de oro para rematar mi look. Todo pudo haber salido perfecto si no fuera porque mi padre volvió de su trabajo mucho antes de lo esperado.
Luego no recuerdo demasiado, pero nunca olvidaré su cara cuando me vio allí al lado del espejo, feliz. La paliza de mi vida me dio ese día, él nunca permitiría que su único hijo varón luciera así.
Recuerdo haber despertado en el hospital, supongo que al otro día. La enfermera que se me acercó, me comentó: “Ahora vas a tener más cuidado la próxima vez que decidas meterte con una chica con novio”. Era obvio que mi padre no contaría la verdadera historia, no le conviene que la gente se entere que su hijo es un enfermo mental que se disfraza de mujer.
Mamá supo la historia real, pero siempre la calló, y le dio la razón a papá, eran tal para cual. Mi hermana era la única rescatable, ella me defendió en varias ocasiones luego de esa vez, me ayudaba y me daba ese poco aliento que me inspiraba vida.
A pesar de que aquella vez terminé en el hospital y que tenía mucho miedo de que volviera a pasar, no podía dejar de vestirme así, me sentía yo realmente, linda, con confianza, a gusto. Es triste no poder compartirlo con las personas que más quieres, tener que lucir como no sos, aparentar, ser un extraño para no incomodar a los demás.
Kevin, mi mejor amigo, se enteró de una fiesta privada, de estas que asistíamos una vez por mes con otros chicos y chicas de la comunidad LGTB, obviamente todo esto se hacía a escondidas, y pocas personas podían entrar a ella, por miedo a lo que podría suceder.
Guardé un vestido que mi hermana me dio en mi mochila, un par de tacos aguja y un pequeño kit de maquillaje. Me escapé por la ventana de mi cuarto, debía volver antes de que amanezca y se dieran cuenta que no estaba en mi cama.
Nos encontramos con Kevin en bicis en una esquina marcada, y aceleramos ni bien nos encontramos para llegar lo antes posible al evento sin que nadie se diera cuenta. Al llegar entramos en un callejón oscuro, con una pequeña luz a lo lejos de baja potencia. Golpeamos una puerta de hierro y una ranura de la puerta se abrió para vernos, enseguida mi amigo dijo las letras que debía decir para poder entrar, era un código que manejábamos que solo algunos invitados sabían. Logramos entrar, nos hicieron caminar por un par de pasillos oscuros, y luego bajamos unas escaleras que nos llevaban al sótano del edificio. Allí estaban todos, bailando, tomando y riendo, siendo ellos.
Fuimos con mi amigo al baño, sacamos nuestros looks de la mochila y nos aprontamos allí. Aunque no había conseguido una peluca y me encontraba casi pelada porque mi padre lo decidió así (además me arregló un matrimonio con la hija de su amigo, que según él, así me convertiría en hombre), eso no me detendría para sentirme fabulosa ese día.
No era mi primera vez allí, ya conocía a varias personas, me sentía a gusto, en familia, en mi verdadero mundo. Bailé, tomé, besé, disfruté. Pero aquello terminó cuando la policía nos encontró, había un infiltrado entre nosotros.
Los gritos no se hicieron esperar, entre insultos nos golpearon sin piedad, empujones, piñas, sangre y palos, es lo que recuerdo claro de ese momento. Kevin estaba tirado agonizando de la paliza que nos dieron. Nos arrastraron para llevarnos a sus autos entre insultos y más golpes.
Me llevaron lejos, supongo, porque fueron un par de horas de viaje, nunca vi el camino. Sé que cuando llegamos me bajaron en un lugar y me hicieron caminar hasta llegar a unos cuartos oscuros donde me dejaron por dos días solo, sin comida y sin nada, solo yo.
Luego de esos días por fin abrieron esa maldita puerta, pero solo fue para seguir golpeándome e insultando. Así fue durante días, golpes en cualquier momento, practicaron diferentes torturas conmigo. Yo aún no sé por qué seguía viva, tal vez tenía unas pocas esperanzas de que todo terminaría.
Al menos así pasó, aquello terminó el 10 de febrero de 1982, en plena violación. No pude más.


Cristhian Petroff, 2do BJ Bachillerato Audiovisual


domingo, 19 de noviembre de 2017

CATHY


No veía nada. Sobre mi cuerpo estaba la puerta de mi casillero y al lado mío logre distinguir el rostro  de una persona. Pensé que era mentira. Pero no fue así.
Catherine se encontraba a mi lado. Logré escuchar un leve sollozo en mi oído.
_ Te amo… escuché decir a Cathy, mientras un pitido intermitente cubría su hermosa voz.
_ No_ le dije, tratando de moverme, pero no pude hacer nada. Cathy estaba en un charco de sangre.
Esos dementes me la habían robado. Cathy siempre había sido una chica buena. Nunca le había hecho el mal a nadie y ahora estaba en un puto charco de sangre.
_Cathy… mi Cathy.
Escuché más disparos, pero ya no podía hacer nada. Mis piernas no se movían y la pieza de metal que estaba sobre mi pecho pesaba más de lo que esperaba.
Luego de un rato dejé de escuchar ruidos. Empecé a pensar qué mierda había pasado.
Cathy había muerto. Creí que si eso le pasó a Catherine, estos dos dementes no tendrían piedad con los demás.
Escuché pasos. Logré ver a un hombre con capa. Era uno de ellos. Llegó mi hora. Acercó su arma a mi cabeza y pensé en ella.

20 de abril de 1999. Eric Harris puso una bala en mi frente.

Tomàs Tabarez 1 ero BK Bachillerato audiovisual

ITS Buceo

viernes, 17 de noviembre de 2017

EL VIAJE



Ese día nos despertamos muy temprano, no era una mañana como cualquiera. Hace pila que estábamos esperando nuestras vacaciones a Los Ángeles con mi señora y mi hijo.  Teníamos ya el equipaje pronto, llamamos a un taxi para ir a tomar el vuelo.
El auto para en la puerta, mientras mi mujer ayuda a subir a mi pequeño yo acomodo los bolsos en la valija del mismo.
-          ¿A dónde van? Me pregunto el chofer.
-          Vamos al Aeropuerto Internacional de Logan. Por favor.
Mientras íbamos en el taxi algo me decía que nos olvidábamos de alguna cosa. ¿Pero qué? No me podía dar cuenta. ¿Qué podría ser?
-          ¡Los boletos…de vuelta ahora que me olvide los boletos!!! Grite desesperado.
El chofer sin dudarlo dio la vuelta de nuevo a nuestro lugar de partida. Baje corriendo, no encontraba las llaves para abrir la puerta, todo parecía estar en nuestra contra. ¿Cómo me puede olvidad los pasajes? No podía dejar de pensar. Regrese al taxi, comenzamos de nuevo nuestro viaje al aeropuerto, ahora sí, nada podía salir mal.
Siete y media de la mañana llegamos al aeropuerto, ya la puerta de nuestro avión estaba cerrada, no nos dejaron subir, teníamos que esperar el próximo vuelo con destino a Los Ángeles. De la impotencia me puse a llorar, les arruiné las vacaciones a mi familia.
A los 15 minutos que salió el avión, corría el rumor en el aeropuerto que el vuelo once de American Airlan fue secuestrado, ese era nuestro vuelo, el que perdimos. A las ocho y cuarenta y seis el avión se estrelló en la torre norte del World Trade Center. 

Cristhian Umpierrez 1ero BK de Bachillerato Audiovisual
ITS Buceo